jueves, 4 de julio de 2013

¿Es posible un modelo de desarrollo integral?


Por Carlos Fong

Telemetro pasó hace poco dos especiales: Crecimiento económico ¿Para quién? y Tras la pista del hambre. Los dos reportajes, bastante bien realizados para nuestro criterio, son una radiografía de la realidad nacional y ambos demuestran lo que ya los estudiosos del desarrollo han dicho: hay que plantearse un modelo de desarrollo integral que combine lo mejor de la política, la economía y la cultura (arte, deporte, investigación, ciencia y educación). Los reportajes también demuestran que Panamá es un país fuertemente marcado por la desigualdad;  aunque todavía hay personas que no lo quieren ver. Para muchos parece que solo existe un país; en realidad son dos.

Reflexionemos el tema desde varias miradas. Desde una mirada folclórica, hemos oído una frase del argot popular: el que no ‘ta, no co’. Es el apocope de: el que no está, no come. Hay que estar. Si no estás, no comes. Desde un punto de vista teológico, si Dios no existe, para qué voy a preocuparme en discutir con el creyente que sí cree. Al negar la existencia de Dios, eludo el compromiso de pensar en Él. Desde el enfoque de la biopolítica, los cuerpos empobrecidos tampoco existen; si quieres ser visible, debes verte bien. Las dimensiones del cuerpo ciudadano triunfador son un aparato de control para incluir o ser excluido. Y, para terminar, una mirada desde el hecho estético: “Hoy es un bonito día y no lo puedo ver”, podría decir un ciego para adornar su miseria. Pero pese a las posibles dádivas que reciba por su creatividad, muchos, que sí pueden ver, no se darán cuenta de que es un día bonito en realidad.

Los pobres existen, lo que pasa es que nos han educado para no verlos. O bien, sabemos que existen, pero es más fácil olvidarlos y recordarlos de vez en cuando. La pobreza, no es solo un problema del subdesarrollo, también los países desarrollados tienen este flagelo. La desigualdad es un problema de cómo se gestiona el ingreso económico. Una nación es un sistema. Y dentro de ese sistema hay subsistemas que tienen conexiones para ser efectivos. Hasta ahora, el modelo de desarrollo panameño ha apostado solo por el sistema económico y ha ignorado lo social y cultural. Una modelo que sólo apuesta por la economía trae grandes desigualdades sociales.

El filósofo argentino Mario Bunge ha escrito: “Toda elección de modelo económico es una decisión ideológica y política”. El problema de Panamá es que las decisiones se han tomado de manera vertical, mirando para arriba. Los sucesivos gobiernos han escogido una ideología y una política que no ha favorecido a la nación en su conjunto. Cuando el presidente del colegio de economistas, Raúl Moreira, dice que en Panamá vivimos en un Haití y una Suiza al mismo tiempo o cuando el analista económico, Adolfo Quintero, expresa que el crecimiento no ha generado mejores condiciones para todos; eso debería bastar para que los que toman decisiones empezaran a diseñar una política inclusiva y democrática. Pero no es así.

Esto nos lleva a hacer la pregunta ingenua: ¿En sus esfuerzos acrobáticos para llegar a ser favorecidos en las elecciones presidenciales del 2014, tendrán los candidatos un plan de gobierno basado en un modelo de desarrollo integral? No soy asesor, pero voy a fingir serlo: ¿Por qué no se dedica al menos el 1% del crecimiento económico o un porcentaje de las migajas que dejará el tránsito de los Panamax por el nuevo Canal para proyectos y programas de desarrollo económicos, agropecuarios, culturales y sociales en comunidades indígenas y campesinas, así como en los barrios marginados? Solamente en el 2012 Panamá recibió 3 mil 20 millones de inversión extranjera directa, según un artículo del Martes Financiero del diario La Prensa. Nuestro país es un centro internacional financiero y de logística (tenemos puertos, aeropuertos, bancos, Canal y Zona Libre),  pero al mismo tiempo, la lógica de la pobreza coexiste en el mismo país.

Dicen los primeros versos del poema Los pobres, del poeta hondureño Roberto Sosa: “Los pobres son muchos y por eso es imposible olvidarlos”.  Panamá es el único país donde hemos aprendido a olvidar a los pobres. Sabemos que existen, pero preferimos olvidarlos  y recordarlos cuando alguien organiza una recolecta de leche o zapatos para ir a una montaña y dejarles en las manos algo que se llama esperanza. Pero al día siguiente seguirán siendo pobres, porque la esperanza es solo una excusa para seguir viviendo y la realidad, otra cosa.


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